Era medianoche y el ambiente del lugar se tornaba pesado. Caminé hacia la habitación sin mirar lo que había alrededor. De pronto una voz grave me habló con firmeza diciéndome que al marcar las 3:00 am, las cosas se pondrían difíciles.
Me puse algo nervioso. Al
llegar las 2:59, sabía que algo pasaría. De pronto, algo me tomó de los pies y
me llevó por una especie de túnel muy oscuro. Al caer, vi un viejo montado en una
balsa, con una larga barba blanca y un sombrero que no me permitía verlo bien.
Cuando subí en ella, fuimos por un río y se empezaron a escuchar golpes por debajo.
Tenía miedo y no me quería asomar, hasta que en un momento de valor bajé la
cabeza y vi muchos esqueletos; ahí me di cuenta de que estaba en el infierno. Eran
almas que estaban sumergidas en sangre. De inmediato me puse a orar y cuando me
escucharon, por unos pocos segundos se quedaron quietos; hasta que de la nada
empezaron a volcar la balsa. Ellos odiaban a Dios, ya que él los había mandado allí.
El viejo me dejó en una isla
de huesos sin saber por qué. Caminé hacia una cueva que estaba muy oscura y
callada; pensé en rezar otra vez, ya que era muy creyente. De pronto, se
empezaron a ver ojos en la oscuridad: eran rojos y todos me atacaron; al
parecer eran murciélagos. Pensé: ¿Acaso solo yo amo a Dios? Entonces apareció
de nuevo la voz grave que me había traído. Le pregunté que quién era y emergió una
cara de cabra que me dijo: -Soy Lucifer-. En ese momento, se me erizo la piel.
Yo sabía que con la fe que tenía en Dios podría salir.
Con los pelos de punta me
arrodillé y empecé a orar. Todos me atacaron; ellos me mordían, rasguñaban y arrancaban
pedazos de mi cuerpo. Cuando de la nada, algo las separo de mí y volví a mi
entorno de siempre. Al llegar a casa agradecí a Dios por haber retornado con
vida después de tan accidentado viaje.
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